Me enamoré de la prosa de Hernández Chambers cuando leí Un fragmento de noche en un frasco (No me digas que no es un título precioso para una novela). Y tengo varios libros suyos pendientes en mi lista de lecturas (la trilogía El legado de Olkrann o Memoria herida, por ejemplo). Uno de ellos era Departamento de asuntos mágicos, editado por Anaya, en junio del año pasado, con una portada de esas que te roban el alma.
El autor empieza la novela con un inicio impactante: el agente Cusak, perteneciente al Departamento de Asuntos Mágicos, entra en la escena de un crimen. Y con las primeras frases nos sitúa en un mundo en el que la magia existe.
—¿Quién es la mujer que está ahí fuera? —preguntó Wilbur Cusaj, desde el umbral del apartamento.
—La madre.
Csak se giró hacia el agente que le había respondido.
—¿La madre?
—Adoptiva —especificó el otro.
Cusak anotó aquel dato mentalmente. Era lo que esperaba, sin duda. No era la primera vez que alguien adoptaba a un niño huérfano sin saber que la magia corría por sus venas. Más tarde, cuando se hacía evidente, muchos padres experimentaban un rechazo hacia esos niños. Se había llegado a dar casos de parejas que devolvían al niño adoptado al orfanato, cuando eso era posible. La magia continuaba produciendo sensaciones encontradas en la sociedad. Y esa situación no iba a cambiar.
—¿Y usted? —dijo el oficial al mando, con cierta brusquedad. Era un hombre corpulento recién rebasada la treintena, con el pelo rubio muy corto.
El recién llegado mostró su identificación.
—Agente Cusak. Departamento de Asuntos Mágicos. Supongo que es usted el inspector Lindbergh.
Departamento de Asuntos Mágicos une fantasía y novela policiaca
En solo unas líneas, Hernández Chambers nos ha contado que estamos en un mundo en el que hay magia. Magia a la que dedica la novela (A ti, si crees en la magia). Magia que no es bien aceptada por la sociedad y que crea rechazo. Y además que existe dentro de la policía un Departamento de Asuntos Mágicos que investiga crímenes relacionados con la magia. Como el que nos presenta en el primer capítulo: un adolescente al que le han arrancado el corazón.
Desgraciadamente, no es el único muerto. Hay dos casos similares. Huérfanos. Todas las pistas llevan a pensar que el asesino es un mago pero no parecen tener nada más en común aparte de que son adoptados y de la forma de morir. Cusak se encarga de coordinar a la policía de los tres casos e investiga el porqué de esas muertes.
—Tener magia en las venas no significa que se sea capaz de dominarla. En el departamento denominamos «magos» a aquellos capaces de dominarla y hacer uso de ella. Los demás solo son «portadores».
—¿Portadores? ¿Como si se tratara de un virus?
En otra trama, dos jóvenes —Radu y Lera— ven su presente quebrado por la guerra del Este y tienen que huir a zonas más seguras. Radu, además, debe ocultar que es mago, un mago que no sabe controlar su magia. Los dos niños (preadolescentes, de 12 años) se ven obligados a madurar antes de tiempo en unas condiciones bastante duras.
La guerra llegó a Moldavia el mismo día que Lera besó por primera vez a Radu. Porque fue Lera la que se decidió a que aquel beso se produjera por fin, después de pasarse varios días esperando a que fuera él quien diera el primer paso.
¿Por qué lo recomiendo?
La novela entrecruza las dos historias en un ritmo bastante rápido, con capítulos cortitos, hilando fantasía con novela policiaca de forma magistral. Los personajes de Radu y Lera, sobre todo el primero, consiguen atrapar al lector inmediatamente. El hecho de que Radu tenga que ocultar su magia como si fuera un defecto pone al personaje en la misma situación que cualquiera que ha sufrido bullying por cualquier motivo.
A Daniel Hernández Chambers le gusta que en sus obras haya un misterio e ir dándole al lector las pistas a cuentagotas, para que lo resuelva de la mano del protagonista. Y también es característico de sus historias, lo de ir al grano. No encontrarás en la prosa de Hernández Chambers escenas de relleno ninguna. Lo que hace que sus libros sean vuelve-páginas literales. Mirad cómo describe a Cusak, el agente que se hace cargo de la investigación.
Wilbur Cusak tenía cuarenta y cinco años, un divorcio a sus espaldas, un gato negro con las orejas blancas, dos paredes del salón de su casa convertidas en un acuario enorme al que dedicaba sus horas de asueto, una pasión poco disimulada por los guitarreos de Mark Knopfler y Gary Moore y la poesía hispanoamericana, y un carácter muy particular que le había granjeado cierta fama de arisco, antipático y despistado.
En resumen, una novela muy disfrutable para los amantes de la fantasía juvenil. Si no has leído al autor, Departamento de Asuntos Mágicos es un buen comienzo.