Entrevista imaginaria a Roald Dahl

Roald Dahl, por Quentin Blake
Roald Dahl murió hace ya una purrada de años. Sus libros me han proporcionado muchos ratos de placer e innumerables carcajadas a lo largo de mi vida. Me hubiera encantado poder entrevistarlo, aunque Dahl era bastante reacio a esto de la tecnología. Su viuda dice que se hubiera muerto de nuevo si llega a ver a los niños actuales jugando con tablets en vez de leyendo.
Pero esto es un blog en el que la fantasía tiene un papel importante. Así que puedo imaginármelo y quedarme tan ancha. Supongamos que esta mañana me he conectado a Internet y resulta que no solo podía hablar con vosotros, sino también con el Más Allá. Y, pudiendo elegir a cualquiera del Más Allá para traerlo al más acá del blog, he elegido a Roald Dahl.

Yo: Buenos días, Mr. Dahl ¿Cómo está usted?
RD: Muerto, la verdad.
Yo: Jejeje, nunca mejor dicho. Le agradezco que me conceda esta entrevista.
RD: ¿Tenía otra posibilidad?
Yo: Hummm, bueno, Roald no es un nombre muy frecuente. ¿Por qué lo llamaron así?
RD: Mis padres eran muy fans de Roald Amundsen, el explorador noruego (Ellos también lo eran. Noruegos, no exploradores). Me lo pusieron por él.
Yo: ¿Sus padres lo animaron a escribir o preferían que fuera explorador como ese Roald? 
RD: Mi padre murió cuando yo tenía tres años, justo un mes después de que muriera mi hermana mayor, Astrid. De apendicitis, fíjese usted. A mi madre no le hacía demasiada gracia que escribiera.
Primera obra publicada de Roald Dahl
 
 
Yo: El primer cuento que le publicaron fue en 1942, “Pan comido”(rebautizado “Shot down over Libia”) para el Saturday Evening Post. ¿Qué supuso esa publicación para usted? 
RD: Lo primero, alivio. Podía ganar un dinero de alguna manera. Me pagaron mil dólares por ese relato. Un accidente que me sucedió cuando era piloto de la RAF me dejó bastante tocado de la espalda y de las caderas. Y era difícil volver a volar y a trabajar como piloto.
Yo: Lo de ser piloto se nota también en sus libros. 
RD: Bueno, digamos que no pude evitar colocar unos «hombres de las nubes» en James y el melocotón gigante, por ejemplo.
The Gremlins, por Roald Dahl
Yo: Ni tampoco titular su primera novela para niños con un término usado por los pilotos de la RAF, ¿qué es un Gremlin?
RD: Decíamos que había gremlins cuando pasaba algo que difícilmente podía explicarse de otra manera que no fuera porque había duendes por allí sueltos.
Yo: Walt Disney le encargó el relato «The Gremlins» para basar en él una película. 
RD: Sí, una pena, porque la película no vería la luz hasta 1984, año en el que Spielberg la filmó para Warnes Bross. No me gustó lo que hicieron con ella. No se parecía nada a mi relato. Dijeron que era una «versión libre». No me ha gustado, en general, el trabajo de adaptación de mis libros a películas. Me lo podían haber pedido a mí, no a Chris Columbus. Después de todo, yo escribí el guión de Charlie y la fábrica de chocolate. Y el de muchas otras películas, como por ejemplo, Solo se vive dos veces, de James Bond o Chitty Chitty Bang Bang, para Disney.
Yo: Siempre he querido saber cuál fue la idea que inspiró Charlie y la fábrica de chocolate.
RD: Cuando estudiaba en Repton School, la fábrica de chocolates Cadbury enviaba muestras gratuitas al colegio para que las probáramos. Cada vez que las veía, me entraban ganas de diseñar el mejor chocolate del mundo. Muchos años después, lo hice, pero a través de Willy Wonka.
Yo: Lo de inventar no es ajeno a usted. En el mundo médico, además de escritor, se le conoce como el inventor de la válvula Wade-Dahl-Till para el tratamiento de la hidrocefalia, ¿no?
RD: Sí, es que mi hijo Theo tuvo un accidente muy importante cuando era un bebé. Y sus lesiones dieron como resultado una hidrocefalia. Tenía demasiado líquido en el cerebro que había que eliminar de alguna forma. Me puse en contacto con un ingeniero y un neurocirujano y, entre los tres, diseñamos un cacharro que pudiese hacer esto y fuese, a la vez, fácil de esterilizar. Theo ya está bien y no lo necesita, pero me alegra saber que muchos niños salvaron su vida gracias a mi empeño.
Válvula Wade-Dahl-Till para el tratamiento de la hidrocefalia
Yo: Sus libros han sido traducidos a 17 idiomas. Y han llegado a tener tiradas de 8 millones de ejemplares. ¿Alguna de estas tiradas le sorprendió? 
RD: Recuerdo con especial cariño mi asombro ante la primera tirada de Charlie y la fábrica de chocolate en China ¡Llegó a vender dos millones de ejemplares!
Yo: Estuvo casado en dos ocasiones: con la actriz Patricia Neal y con la talladora Felicity Crosland. Y durante 11 años, mantuvo una relación a dos bandas. Y además, llevó la casa, cuatro hijos y escribió muchos, muchísimos libros ¿Cómo es posible que no se volviera loco?
RD: Pat tuvo un infarto cerebral durante el embarazo de nuestra hija Lucy. Ella estaba en la flor de la vida, había ganado el Oscar por su interpretación en Hud y, en fin, de pronto, no podía hablar ni caminar. La recuperación fue muy dura y durante mucho tiempo yo tuve que hacerme cargo de todo. Eso nos pasó factura. Cuando conocí a Liccy, no era el momento de dejar de ser el apoyo de Pat, así que mantuvimos nuestra relación en secreto durante 11 años. Bueno, en secreto para Pat, porque nuestros hijos sí la conocían y la aprobaban. Cuando finalmente llegó el momento, fue como si me hubieran dado una segunda oportunidad. Liccy fue la mujer de mi vida.
Yo: El Gran Gigante Bonachón está dedicado a su hija Olivia, pero su protagonista es Sofía, su nieta, si no me equivoco. 
RD: Le dediqué a mis hijas Olivia y Tessa el libro de James y el melocotón gigante en 1961, un año antes de que Olivia muriera de encefalitis. Luego, sentí que tenía que tener un libro solo para ella, pero pasaron muchos años hasta que encontré el libro que le hubiese encantado leer. Sofía es la protagonista porque sé que Olivia hubiese querido a su sobrina con todo el alma. Y era la persona más indicada para esa niña inquisitiva que se enfrenta al GGB.
Yo: Tan inquisitiva que ha decidido seguir sus pasos en el mundo de la Literatura…
RD: Los míos, no. Los de su madre, Tessa, que es una gran escritora.
Yo: Muchas gracias por atenderme, Mr Dahl. No le molesto más. 
RD: No es ninguna molestia, ahora tengo todo el tiempo del mundo. No sabe la de historias que se me ocurren. Lástima que no esté por aquí el amigo Quentin Blake para ilustrarlas, bueno, no, no es una lástima. Tú me entiendes.
Yo: Sí, claro, por supuesto. 
 
 
 
Si no has leído nada de Roald Dahl, hay mucho donde escoger. De entre sus obras para niños, destacan Charlie y la fábrica de chocolate, una novela cargada de humor irónico y olor a chocolate, Matilda, muy lejos de la versión cinematográfica y Cuentos en verso para niños perversos del que ya te hablé en “5 libros de poesía para niños”.
De su literatura para adultos, no te puedes perder Relatos de lo inesperado y la alocada y pérfida Mi tío Oswald.

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