Cuando escribí la primera parte de “Leyendas de la Tierra Límite” cometí muchos errores de novata. Algunos he podido corregirlos en las sucesivas ediciones (vamos por la décima), pero otros no. Una de las cosas en las que intenté no caer fue en los clichés. Pero alguna pata metí. Hace casi cuatro años de eso y en le camino he aprendido cuáles son los clichés más odiados por los lectores en las novelas de fantasía juvenil. Pero para ayudarme les pedí a escritores, lectores, correctores y gente relacionada con el mundillo de las letras que me dijeran cuáles eran los clichés que más les repateaba encontrar en una novela de fantasía juvenil. Y esto es lo que me respondieron:
Estereotipos:
No te guíes por los mismos patrones de siempre. Como dice Fer Alcalá: « Todo el tema del “elegido” me da urticaria ya, es algo muy manido; por no hablar de los estereotipos. Ha llegado un punto en que los roles del género del que hablas son tan comunes que sabemos a “quién” vamos a encontrar en una novela de fantasía juvenil: el amigo patoso, la chica inteligente y capaz, el malo maloso atractivo o el malo maloso que es la maldad per se y no tiene rasgos humanos (este me da mucha pereza porque soy fan de los grises); por citarte unos cuantos.
No uses el típico mundo inspirado en Tolkien con sus elfos hermosos y sus enanos trabajadores.
No supedites los personajes femeninos al masculino. O aún peor, no inutilices a tus personajes femeninos capaces para que sean salvadas en el último momento por el personaje masculino.
Por ejemplo, dice Carlos J. Eguren, convertir a las chicas en clichés, en un “eres la protagonista, pero te definirás según te enamores del chico bueno o del chico malo y si es el malo recuerda que anulará tu personalidad y hará que todo el mundo que acabas de descubrir este sublevado a tus hormonas”.
El insta-love.
Dice César Mallorquí que lo que más odia en cualquier ficción juvenil, lo que más le alarma es la sublimación del amor romántico que conduce al más puro machismo, porque viene a decir que una mujer no está completa hasta que encuentra a su hombre ideal.
«Me dan ganas de vomitar. Hace tiempo que le doy vueltas a escribir una novela. Aún no tengo el argumento, pero sí el título: “Hay que matar al príncipe azul”. Y alguien me dirá: “¡Pero casi todas estas novelas tienen subtramas románticas, ahí se ve que son seres capaces de amar!” Si eso es amor yo soy un mero. El amor en la fantasía adolescente no es un elemento humano, es un elemento de morbo. El amor suele ser sexual, creado por la atracción física (si no, no me explico esas descripciones tan detalladas de los músculos de los intereses amorosos) y no romántico. Muchos abusan del instalove y de los triángulos amorosos, para hacer de la subtrama romántica un elemento de tensión más y hacer que el lector lo lea no porque esté viendo una relación de amor sincera, sino porque “ay, a ver con cuál de los dos acaba, que nerviosssss” Además que las interacciones románticas entre protagonistas siempre me han parecido poco realistas, yendo más a lo que yo llamo “conversación de telenovela”. Promesas de amor eterno, descripciones de la belleza usando metáforas enrevesadas…»
También lo dice Rocío Vega: “A mí me molesta que sea fantasía romántica y no me lo avisen. El insta-love o un amor que surge sin que puedas explicártelo muy bien, solo porque son un chico y una chica y claaaaramente tienen que acabar liados. La pareja debería tener química y una evolución realista”.
El deux ex machina.
“Una cosa que a mí (personalmente hablando) me molesta mucho”, dice Miguel Ángel Fuentes,”es que lo inexplicable siempre se resuelva con magia o milagros. Recurrir a la magia debería estar regulado por la RAE jajaja”
“Sobre esto”, sostiene Gabriel Romero de Ávila, “me encantan las leyes de la magia que escribió Brandon Sanderson, que prohíben justamente eso de manera tajante”.
Esas maravillosas leyes de las que habla Gabriel las tienes recogidas en este post.
Los adolescentes idiotas.
También Gabriel sigue diciendo: “Además me molesta que se trate al lector como si fuera idiota. Parece que, por llevar la etiqueta “juvenil”, no se puedan incluir tramas complejas, estructuras arriesgadas, personajes conflictivos, grises… Era lo que hablábamos un día sobre lo férreo de las etiquetas por edades que existen ahora, y que provocan censura e incluso autocensura en muchos aspectos de ese tipo. Ya no me refiero a que aparezcan escenas de sexo explícito, pero parece que el narrador omnisciente en pasado es la única manera de contarlo todo, que los personajes tienen que ser sólo buenos o malos, y que el adolescente protagonista es mucho más listo que cualquier inmortal superpoderoso.
Más de lo mismo.
Cuando escribes una novela, tienes que haber leído mucho de ese género del que escribes. Eso, no solo te facilitará el no caer en clichés sino que te dará una visión amplia de lo que se ha publicado y te permitirá ser original. Como dice Sandra Andrés: “Odio las novelas que no me transmiten nada, que no generan ningún tipo de emoción al leerla, que son, en fin, más de lo mismo”.
Pasarse por ahí el arco del personaje
Celia Arias reflexiona: “Me molesta encontrar a un prota que no es nada y de repente se hace superfuerte o hace mil cosas impresionantes sin currárselo ni entrenar o tener un proceso de aprendizaje mínimo, solo porque es el prota”. El personaje principal debe sudar la camiseta en el segundo acto de la novela y demostrar que es capaz de llevar a cabo los trabajos que le encomiendas, aunque lo pase fatal haciéndolo.
Que tu personaje se enamore de lo que come.
La escritora Chiki Fabregat opina: “Creo que fue Elia Barceló la que dijo que no soporta a los personajes que se enamoran de lo que comen. Odio que las razas con capacidades extraordinarias, esas que tienen a los humanos como hormiguitas molestas, sacrifique todo por el amor de un humano. Crepúsculo, por ejemplo, o cualquier ser que, pudiendo comer jamón del bueno, se conforma con la mortadela porque le ha puesto ojitos”.
La prueba del capuchino o que tus personajes sean de cartón piedra.
Lucio Bárcenilla es como la prueba del algodón para los escritores. Si pasas por el canal del Geek Furioso y vives para contarlo, es como si ganaras “Los juegos del hambre”. Él propone un método infalible: la prueba del capuchino: “Cuando veo un protagonista, en un libro o una peli o cualquier cosa, lo primero que pienso es: ¿es un ser humano? ¿Podría moverse más allá de esto? ¿Puedo imaginármelo yendo a la lavandería, o a un parque temático, o celebrando una fiesta, o disfrutando de un libro? Un ejercicio que uso mucho para eso es imaginarme sentado junto a él o ella en un bar y tomando un café mientras charlamos. Lo llamo “la prueba del capuchino” Si la supera y da una conversación interesante, es un personaje con tridimensionalidad.
La mayor parte de los protagonistas adolescentes que he examinado no la pasan. Son protagonistas vacíos de experiencias y emociones. Katniss Everdeen, la chica más famosa del género y casi un icono de la cultura pop, la falla por mucho. Lo único que sabemos de su pasado es que perdió a su padre en la mina y que Peeta un día le dio un pan quemado. ¿Otras experiencias? ¿Conversaciones con Gale, con su hermana? ¿Qué la gusta de la naturaleza? ¿Alguna vez ha tenido algún sueño? ¿Manías, costumbres, algo? Sólo una cosa personal sabemos de ella: le gusta el color verde.
Personalmente lo que no soporto es que los personajes principales estén vacíos por dentro, sin alma. Como si no tuvieran un pasado,.. Y que haya secundarios que estén mucho mejor construidos y se queden en simples anécdotas dentro de la historia.
Katniss (y por desgracia todos los protagonistas que han venido cortados por su patrón) están tan centrados en ser trágicos, fuertes, rebeldes, que se olvidan su humanidad en el camino. No tienen sentimientos de amistad (sobre todo si son chicas, porque recordad, las chicas no pueden ser amigas de otras chicas, todas compiten por los hombres, puaj), no hablan de sus familias. Sencillamente están ahí, con miradas vacías, reflexionando por enésima vez sobre lo duro que es ser el símbolo de la revolución o cuánto quieren matar al malo. Y eso me lleva a otro punto: el matar.
La fantasía adolescente trata el hecho de matar por primera vez de una forma muy frívola. En casi todas las ocasiones, te vas a encontrar a chicas de 16-17 años matando por primera vez y… no sintiendo nada. No sé vosotros, pero por lo que yo sé, matar a alguien es un shock. Una vez me dijeron que hay dos cosas que pueden romper la psique de alguien: ver morir a alguien y matar a alguien, y en el segundo ves los dos. No estoy diciendo que se vengan abajo carcomidas por la culpa, pero joder, es MATAR. Dame algo. Cuando Mare Barrow mató por primera vez (y fue una muerte gore, empaló a un tío con una barra de metal) no sintió nada, sólo soltó una frase “badass”. Y en otro libro, cuando otro protagonista habla de sus remordimientos y de que no quiere matar aunque sean enemigos, Mare le llama “hipócrita y cobarde”. ¿De verdad son los personajes de fantasía adolescente tan inhumanos?”
Las apariencias que engañan.
“Yo ya sabes que no leo fantasía juvenil por norma general —me dice David Olier, cuando le pregunto— pero sí que tengo algo que aportar a lo que más me molesta encontrar en una novela de fantasía juvenil: que su marketing, su publicidad y su cubierta no hablen de fantasía juvenil sino de fantasía adulta”.
Dice la correctora L.M. Mateo: “Los cuerpos perfectos porque son jóvenes. Oye, que yo con 13 años era un palo bajito con gafas, aparato y celulitis en el trasero. Mi prima era gorda cual ballena, tenía las carnes firmes y un melenón que los volvía locos. Mi primer rollete fue un chaval al que llamaban el “paella” que compensaba su fealdad con un sentido del humor estupendo. ¿Dónde quedan esos personajes reales en la fantasía juvenil? Y además, todos tan blancos, tan níveos, tan rubios, con los ojos tan azules o tan verdes, con sonrisas tan rectas…
Estoy de bellezones perfectos y atractivos hasta la coronilla (sobre todo cuando los plantan con 12 ó 13 años. Por Dios, que a esa edad damos todos bastante grima…”
La falta de consecuencias.
Guillermo Jiménez Cantón, psicólogo de profesión y autor de fantasía, apunta algo que creo que es importante: “Se han dicho muchas cosas y coincido con la mayoría, así que voy a añadir una que me molesta especialmente: La falta de consecuencias. Esto es algo muy habitual: no solo es que muchas veces los protagonistas de novelas juveniles no hacen nada mal, sino que cuando lo hacen jamás veo que sufran las consecuencias más allá de algo temporal. Teniendo en cuenta que hablamos de la edad en la que más errores se cometen, me parece que estamos perdiendo parte de eso, algo que además es muy útil a la hora de construir personajes”.