La poesía es algo que siempre me ha acompañado. Desde pequeña. Cuando era niña, mi madre me leía poemas de Rubén Darío. Aquello de «La princesa está triste/ ¿Qué tendrá la princesa?/ Los suspiros se escapan de su boca de fresa».
En las cenas familiares de navidad hacíamos rimas divertidas (y bastante malas) para el amigo invisible. Entre mis primeras lecturas (aún lo tengo muy manoseado) atesoro el libro de El hada acaramelada, de Gloria Fuertes (de pequeña atolondrada/ pues soñaba con ser hada/de cucurucho y varita». Solo con recitar los primeros versos se me ponen los pelos como escarpias de la emoción.
Mis primeros pinitos en el mundo de la literatura y del teatro fueron de la mano de la poesía. Maravilloso Don Mendo , tan divertido. Mis primeros premios literarios y los primeros libros que me publicaron también. Ahora ya hace tiempo que está descatalogado, pero el primer libro que publiqué en mi vida fue un poemario titulado Anaga. Y te cuento un secreto: se llama así porque se me olvidó ponerle título al conjunto de poemas. Anaga era el pseudónimo con el que lo presenté y el editor pensó que era el título. A mí me dio tanta vergüenza ser tan novata como para no saber que los poemarios tienen que tener título, que no le corregí. Y ahí está: premio nacional de poesía con un título que no tiene nada que ver con el contenido.
De adulto, sigo consumiendo y escribiendo poesía. Lo puedes comprobar en mi cuenta de instagram que es lo que dedico a esa parte de la literatura (aparte de ser la más personal de mis redes, con casi total seguridad). Soy de esa extraña especie de lector que sigue comprando libros de poesía y que sigue regalando libros de poesía.
Sobre todo, libros de poesía para niños.
Los niños son como una pizarra en blanco. No tienen prejuicios. Son capaces de asombrarse por lo bonito de una imagen y releer los versos hasta aprendérselos de memoria. Mis sobrinos lo hacen. Mi ahijado hasta los escribe con diez años. Yo creo que la poesía es algo que se mama.
Por eso, porque muchas veces no sabemos dónde elegir es por lo que te traigo al Fogón hoy cinco libros de poesía para niños que te encantarán y que le encantarán a los niños a los que se los regales.
Al corro de las palabras
Este libro de Antonia Ródenas, con ilustraciones de Carmen Solé, recorre en forma de haikus las estaciones del año. Rimas muy sencillas, muy tiernas y evocadoras. Los haikus son pequeños poemas de origen japonés, se disponen en tres versos sin rima, de 5, 7 y 5 sílabas (uno de mis libros favoritos de haikus, este para adultos, es el de Rincón de haikus, de Benedetti).
Los haikus son poemas muy relacionados con la naturaleza y eso los hace ideales para este libro para lectores de 6-7 años, que une las rimas de Antonia Ródenas sobre el mundo natural con las ilustraciones maravillosas de Carmen Solé. Para los profes de infantil es genial porque en la edición de Anaya se proponen actividades para hacer en clase.
Poemas a la luna
El satélite terrestre ha inspirado multitud de poemas. El autor Gianni de Conno reúne algunos de los textos más hermosos acompañados por ilustraciones de exquisita belleza. En el libro, se reúnen Christina Rosetti, Shakespeare, García Lorca, Emily Dickinson, Walt Whitman e incluso Lord Byron. Para leer al acostarse, cuando la luna brille sobre nuestras cabezas.
El libro tiene unas ilustraciones maravillosas y está editado en inglés y español. No es para niños pequeños, pero sí para los que ya son más mayorcitos (alrededor de los 10 años) sobre todo si somos nosotros quienes compartimos el poema de la noche con ellos.
Cuentos en verso para niños perversos
Ya sabéis que soy fan de Roald Dahl, tanto en su faceta como escritor para niños como en su faceta de escritor para adultos. Incluso lo «entrevisté» una vez en este blog. Su humor ácido impregna las páginas de este libro (originalmente titulado Revolting Rhymes) que cuenta versiones un tanto peculiares de los cuentos clásicos. No hay más que ver el inicio de La cenicienta, que describe como «una versión falsificada/rosada, tonta, cursi, azucarada/que alguien con la cabeza un poco rancia/consideró mejor para la infancia»
Trastario
No hay lista de poesía para niños que esté completa sin Pedro Mañas. Su Trastario fue el regalo estrella para mi ahijado (tuve la suerte de que Pedro Mañas me lo firmara en un Celsius y hizo al niño felicísimo). Pero el resto de sus libros no tienen desperdicio. A mí me hizo disfrutar como una enana con La vida secreta de Rebeca Paradise, que —aunque no es poesía— sí que tiene el mismo humor que caracteriza a todos sus libros.
En Trastario, encontramos versos a cosas cotidianas (como «Qué sueña una tostadora) o sorprendentes (como «Receta para hacer un monstruo») que hechizarán a niños de de incluso 4 años hasta los niños de 90, que se ríen como los que más con los versos de Pedro.
El libro de Gloria Fuertes para niños y niñas
Empecé este post nombrando al hada acaramelada, que forma parte de este libro en el que están los poemas más famosos de Gloria Fuertes. Una edición preciosa tanto para niños como para aquellos adultos que aprendimos a leer con ella, en el que sus poemas se intercalan con una sección muy curiosa de «pregúntale a Gloria» o «Historias de Gloria» que entrelaza su vida con su obra. Puede que sea el libro perfecto para regalar a tu niño interior, a ese que fue, pero que es también perfecto para compartirlo con los de ahora.