Andrés Trapiello dijo en una entrevista hace mil años que el principal enemigo de la literatura son los prejuicios literarios y que todos somos culpables de ese delito. Escribo dos de los géneros que más prejuicios acarrean: fantasía juvenil y comedia romántica. Y encima, autopublico muchos de mis libros. Soy un repóker de ases para los prejuicios literarios, así que —como este es mi blog— permitidme el derecho a la pataleta y dejadme que me desahogue aquí sobre lo cargadito de prejuicios que está el mundo editorial.
Prejuicios en la literatura juvenil
Me jode encontrar cosas en reseñas como «no por ser juvenil está menos trabajada», que digo yo que qué tendrá que ver el culo con las témporas. Hay novelas juveniles (pongamos el caso de mi última reseña «La deriva»), cuyo lenguaje le da mil vueltas a novelas adultas. La literatura juvenil no es sinónimo de literatura mal trabajada, todo lo contrario. Lo de juvenil es una etiqueta a efectos de marketing, no es una concepción de estructura, ni de estilo, ni siquiera de trama. Mujercitas, por poner un ejemplo, sería literatura juvenil. Solo que cuando se publicó solo había literatura sin más. O leías o no leías. Mujercitas o El señor de las moscas o El guardián entre el centeno cumplen los criterios de literatura juvenil Young adult, una etiqueta más. Una persona de 40 años no debería sentirse excluido de este tipo de lectura por la sencilla razón de que sus protagonistas son adolescentes. Leer literatura juvenil no te va a pegar la peste.
Recuerdo ahora un amigo mío que miraba con cara de asco los libros de Harry Potter («Por favor, literatura fantástica juvenil, que no me toque ni con un bichero») hasta que se decidió a abrirlos y ya no pudo cerrarlos. Menospreciar la literatura juvenil es menospreciar la importancia de la literatura en nuestro desarrollo como sociedad. Las ideas, que configuran a los adultos de mañana, están en las páginas de la literatura juvenil y yo —que ya peino canas— he madurado mucho gracias a leer libros etiquetados como juveniles.
La línea entre qué es y qué no es literatura juvenil es muy fina y no depende de la complejidad de la estructura sino de una clasificación a efectos de marketing. Os cuento una anécdota a modo de ejemplo: La ladrona de libros fue etiquetada en principio como ficción contemporánea en Australia ( o sea, literatura para adultos), pero, cuando llegó a Estados Unidos, el distribuidor pensó que podría encajar en Young adult y así venderse mejor (no olvidemos que las editoriales son negocios y que los que más leen son los jóvenes, a pesar de lo que se dice). De la noche a la mañana, la misma historia pasó a ser literatura juvenil. ¿Había cambiado la historia? No. Había cambiado la etiqueta.
Hay un grupo de esnobs en esto de la literatura —y no lo digo con mala baba lo de esnobs, tengo muchos amigos así— que tienden a creer que solo determinados géneros tienen valor literario y subestiman el trabajo de compañeros porque escriben por ejemplo infantil (que alguien se lea a Pedro Mañas y me diga si escribir así es fácil). Por otro lado, sobrestiman obras de lectura algo más compleja solo por eso. Ejem, Boris Vian, ejem.
Prejuicios en la literatura romántica
Un escritor reconocido opinó hace poco en redes acerca de una escritora que escribe historias en las que predomina el romance (y que vive de ello) que «escribía muy bien y que quería ser escritora». ¿Perdón? La escritora en cuestión tiene actualmente en el mercado siete novelas publicadas con un increíble éxito de ventas mientras que el erudito en cuestión tiene tres y no vive de ello. Pero… ay, él es un hombre, no duda en calificarse a sí mismo de «escritor» pero a ella la considera una «aspirante a escritora» por ser mujer y escribir un género que para él es «menor». Que conste que los libros de la escritora son una delicia y están impecablemente bien escritos. Se le escapó el prejuicio por la boca.
Tanto que varias escritoras que conozco, cuyos libros pueden ser englobados dentro de la romántica, se esfuerzan por desligarse del género repitiendo que ellas no escriben romántica. Jane Austen escribía romántica, señores. La romántica es un género extenso en el que se engloban una gran cantidad de subgéneros y que tiene como premisas que la trama principal sea un romance y el final feliz. Sin más.
Prejuicios con la literatura humorística
De la misma manera, hay personas para las que el humor no es literatura. Recuerdo una lectora que tras leer mi primera novela, una comedia romántica, me preguntó que cuándo escribiría algo en serio. El humor es una forma de tratar temas de lo más serio desde las perspectivas más increíbles, pero claro, pillar la sátira requiere inteligencia. Y es mucho más complicado hacer reír que llorar. Que se lo digan a Terry Pratchett.
Prejuicios literarios varios
Cuando alguien menosprecia la literatura juvenil o la literatura romántica o la comedia o la literatura de cualquier tipo porque está escrita por una mujer en mi presencia, ya no salto. Cuando alguien me dice que una novela tiene «demasiados personajes LGTB» ya no digo nada. Solo sonrío y pienso en qué pena, qué poco ha leído. Qué poco, para no descubrir que tras las etiquetas hay autores que son una joya. La construcción exquisita del mundo de Phillip Pullman en La materia oscura, la crítica irónica de Jane Austen en Orgullo y prejuicio… Autoras españolas imperdibles como Ledicia Costas, como Mónica Rodríguez, como Chiki Fabregat. Joyitas autopublicadas como La librería del señor Livingstone, Tr3s o las historias de la Señora Starling frente a cancamazos editoriales más planos que una tabla de planchar (y que no enlazo por pura decencia).
Leer siempre aporta y ayuda a crecer emocionalmente. Pero para crecer emocionalmente debes liberarte de los prejuicios. Oigo hablar a mis compañeros escritores del triste analfabetismo que lleva a los lectores a consumir bestsellers en vez de su maravillosa obra. Sí, yo también lamento que Cincuenta sombras de Grey haya vendido tanto, pero intenté leerlo. Para decir que Cincuenta sombras de Grey es pésimo y está mal escrito hay que haber leído algo del libro. Y aun así —aunque considere que es malo como un dolor de muelas— puede que alguien disfrute con el libro. ¿Quién eres tú para juzgar?
Aquí —en el intentar leer de todo y no prejuzgar— es donde tropiezan nuestras creencias pretenciosas y ridículas. «Qué asco que lees romántica mientras que yo leo a Virginia Woolf». Una cosa no va reñida con la otra. Puedo disfrutar de una novela de Abril Camino (romántica adulta impecablemente bien escrita) y de la lectura de Una habitación propia. El prejuicio va del brazo de la prepotencia e impide juzgar un buen libro; qué de obras te estarás perdiendo por ello.
No quiero tener prejuicios, aunque los tengo, como todos. Quiero quitármelos de encima como si fuera una piel ajada que desecho. Quiero ser una lectora curiosa, una lectora que disfrute de los libros, que estos sean ladrillos que construyan mi fortaleza, dejar que mi barco lector navegue por todo tipo de aguas para poder determinar a cuáles quiero volver.
La buena literatura no tiene edad. Ni etiquetas. La buena literatura no entiende de prejuicios.
¡BRAVO!
Sabes que sigo lo que publicas en este blog y en MOLPE, y que me gusta. Pero también sabes lo que me gusta una entrada personal, diciendo lo que a una le sale del alma (o la zona corporal más próxima al alma en ese momento). Esta entrada es una doble maravilla: por como está escrita, y por lo que dices.
Hace poco en Facebook una persona de un taller literario publicaba un post para compartir la entrada que había escrito Rowling sobre consejos de escritura. En lugar de compartirla sin más, tuvo que “mejorarlo” añadiendo que “no es una referencia literaria, pero al menos junta letras”. Luego explicaba sus palabras y las justificaba diciendo que… pues eso, que Rowling no es literatura.
He crecido leyendo toda mi vida novelas de fantasía, misterio, terror… He probado con otras “serias”, y algunas me han gustado y dejado buena impresión y con otras no puedo. Leer “Tiempo de silencio” fue una agonía cruel en el instituto; “La señora Dallowey” me maravilló. También he leído cosas de fantasía que no me han gustado, porque al final es, como dices, literatura: no pude con “La isla misteriosa” (saltaba páginas enteras mientras el protagonista hacía zanjas o construía lo que fuera con ramas), etc, etc. Montones de ejemplos que al final vienen a lo mismo: hay literatura, y no hay que tener prejuicios. Y yo los tengo, claro que los tengo. Procuro darme cuenta y acercarme a obras que he ido dejando de lado.
Porque está también el factor tiempo, o edad si quieres llamarlo. Y qué cosas lees en cada momento. Está muy bien visto, como si fuera un signo de maduración, que un joven pase a leer cosas “serias”, pero al revés… ¡ah, zape! Y sin embargo, leerte cosas “juveniles” cuando ya pasas los 40,o los 50 o los… puede ser una gran experiencia. Puede no, afirmo que lo es.
Muchas gracias por esta entrada. Más rabietas así, más.
Un abrazo!
¿Rowling no es literatura? Hay que joderse. Por experiencia, releer novelas juveniles que leíste con doce años es un ejercicio de humildad. Ahora lo hago mucho cuando intento encontrar el tono para una de mis novelas y te das cuenta del inmenso trabajo (que en su momento no viste porque te faltaba la madurez para apreciarlo) que ha realizado el escritor. Hay autores que hay que releer de viejo, como por ejemplo Edith Nesbit.
Estimada Ana, ¡gracias y mil gracias!, yo también pertenezco a esa raza de “intocables” que escribe romántica y fantasía juvenil. No sé si bien o mal, pero me he sentido identificada con tu artículo.
Recuerdo en la última feria que estuve, cuando rechazaban mis libros porque “yo solo leo histórica” o “las novelas románticas no me gustan”. Cuando preguntabas si habían leído alguna, decían que no.
…
Creo que hay que abrir la mente, y como tú dices, no hay libros buenos o malos, sino libros que te llegan o no, y lo demás son prejuicios y tonterías.
Gracias por hacerlo llegar a todos. Abrazos!
Ainsss, qué rabia me da cuando me dicen: «No, yo ya no leo fantasía». ¿Es que hay una edad para dejar de leer fantasía? Si una vez te gustó, ¿por qué no eres capaz de disfrutarla ahora? Un abrazo.
Creo que tienes mucha razón en tu comentario, y creo que, mea culpa, yo puedo pecar de alguno de esos prejuicios que comentas, pero no por rechazar en sí determinados géneros, sino por mi ignorancia sobre ellos.
Creo que cada estilo tiene sus propias reglas, no se describe de igual manera una discusión en un thriller que en una comedia romántica aunque giren alrededor de lo mismo y no haga falta llegar a las manos, pero uno tendrá un enfoque y otro, otro. Es el conocimiento sobre esos enfoques lo que a mí me falla a la hora de apreciar literatura juvenil, por ejemplo, o romántica, o ambas.
Acostumbrada a la literatura policíaca, pongamos el caso, ver a dos adolescentes discutiendo me puede parecer una tontería aunque esté perfectamente descrito y narrado. Y ahí es donde intento ser objetiva, puedo decir que la conversación es una bobada de adolescentes, pero que es de eso de lo que se trata y que, por tanto, el trabajo del escritor es impecable. ¿Me explico?
Lo de infravalorar un género u otro sí que me parece un gravísimo error y, aún más, peor para el lector que se va a perder un millón de obras de gran valor. Viva la fantasía, viva la romántica y viva cualquier literatura que a uno le haga feliz.
El tema es que dentro de la juvenil hay de todo y dos adolescentes discutiendo puede tener tanta o más crudeza que una novela negra. No recuerdo cómo se llamaba la novela pero había una en la que la discusión entre los dos adolescentes era por cómo mataban a su padre. Y se mezclaba con temas tan comunes en un adolescente como «no puedo hacerlo este día, porque tengo partido». Dominar la negra y darle voz juvenil es difícil. Pero la novela sale como juvenil y los amantes de la negra no la leen porque «es juvenil». La juvenil es tan amplia como la literatura.
Estoy de acuerdo con lo que dices. En 2018 reseñé un par de lecturas “juveniles” (ya sabes, protas adolescentes) que de verdad creo que debería leer todo el mundo por los temas que tocan; sin embargo, al tacharlas de juveniles, hubo quien se echó para atrás y eso me dio mucha rabia porque, para mí, fueron dos de las mejores lecturas del año: estaban bien escritas, tenían una historia potente detrás, personajes bien perfilados con los que te puedes identificar… pero nada de eso importó porque eran juveniles.
En fin, que entiendo tu pataleta. ¡Ánimo en tu lucha! 😉
Un beso!
Es una pena, porque es un prejuicio absurdo. Es lo que decía, «La historia interminable» es juvenil. ¡Qué pena perdérsela por eso!
Bravo! Me he sentido identificado como el que prejuzga y también como el que está harto de que las etiquetas perviertan la literatura ( y el cine y la música, pero eso ya para otros blogs). Gracias a Molpe estoy aprendiendo a valorar el marketing y entiendo que necesita unas ideas muy claras y de ahí las etiquetas. Pero cuántas veces una novela contemporánea, por ejemplo, es humor, romántica… Todo a la vez y la etiqueta no la define…
Por otro lado, tenemos la tiranía del algoritmo que, desde mi ignorancia, supongo que también nos obliga a etiquetar para ser visibles.
En fin, enhorabuena Ana, este post me lo guardo en favoritísimos. 😋
Sí, eso es la tiranía de las etiquetas. Por un lado, las necesitamos para poder navegar por los algoritmos de Amazon y de Google, pero por otro debemos ser conscientes de que tanto uno como otro son máquinas y no dejar que nos etiqueten el gusto. Una cosa que estoy haciendo ahora a menudo es no prejuzgar sino leer la avanzadilla de Amazon para ver si me engancha o no.
Estoy muy de acuerdo con lo que dices. Creo que sólo el tiempo (y en bastantes casos la suerte) pone a cada uno en su lugar. Me refiero a cuando un escrito pasa a la categoría de clásico. Así se acaban todos los prejuicios.
Mi opinión es quieres ser un buen escritor tienes que leer de todo. Eso no quita para que te decantes por seguir más unos determinados autores o géneros. Gracias a eso puedes utilizar muchos más recursos y situaciones para las historias que vayas creando.
Tienes razón, Lucas. La originalidad radica en el maridaje de géneros muchas veces.
Encantadísima de leer una opinión que coincide tanto con lo que pienso Ana. Verás, me cansa, bueno más que cansarme me he hecho ya un impermeable, para determinados comentarios que como tú bien dices son bastante ilógicos.
Que si la literatura juvenil es otra cosa, que si los cuentos infantiles no son literatura… que si el género romántico es para mujeres de esta o aquella condición. Y yo pongo los ojos en blanco y digo …sin comentarios. Hasta ahora he escrito relatos cortos, cuentos para niños publicados en un blog, una novela corta sobre una biografía, una novela de misterio y otra de amor… y la verdad, para mí todo es literatura, todo tiene su parte divertida y complicada, y todo es una forma de expresión.
Por cierto, adoro la literatura juvenil, me encanta leer romántica, y también histórica y de misterio, terror, de humor… Soy una friqui de las historias ja ja ja.
Besos 😀
Yo lo único que no leo es terror, pero porque lo paso muy mal. Pero incluso así estoy dispuesta a meterme si alguien me dice que no es para tanto.
Hola.
Alucinada estoy con esta genial entrada, si es yo odio los prejuicios y es tan completa que me has dejado encantada. Además la he compartido por Twitter porque necesito que lo lean muchos más lectores, odio los prejuicios y más en la literatura que es para disfrutar un libro es un libro y nos aporta mucho como para andar con prejuicios.
Muchos besos.
Muchos besos a ti y mil gracias por compartirla y por el comentario. A veces viene muy bien una pataleta como esta, se queda una como Dios jajajjaja
¡Olé tú, Ana!
¿Cuántas veces los prejuicios nos impiden disfrutar de cosas que nos gustan? ¿Y cuántas cosas nos perdemos por el qué dirán o pensarán?
Preciosa reflexión. Nada más que añadir 🙂
Jajjaja, gracias 😀
Sin duda, están ahí. Yo puedo añadir otro, por experiencia propia; la novela no puede ser en verso. Lo de “novela filosófica” mezclada con “Novela de ciencia ficción” lo asumían más o menos, pero lo de novela y verso ha generado no pocos rechazos de “interesados”.
Lo de la novela romántica es verdad que pasa. La mayoría tenemos en mente una Madame Bobary (Una mujer que se enamora y cae presa sumisa del primer guaperas mala gente que se cruza en su camino para así sentirse más libre frente a la monotonía de su marido médico que la trata bien, pero no le hace apasionarse por el amor. Y quienes lo leemos pensamos ¿Dónde está aquí el feminismo que nos han dicho que tiene esta novela? ¡Si el personaje no se quiere a sí misma y toma una actitud sumisa incluso en sus aventuras amorosas frente al machismo imperante; yo, al menos, no vi nada de empoderamiento en ella. Sólo una sensación de ñoñería y falta de luces, como si el autor hubiese querido burlarse de su protagonista femenina) y nos cuesta abordar ese género literario por el miedo a toparnos de nuevo con algo así.
El policíaco me cuesta porque, si bien es un género que está bien para un rato, ponerse unos capítulos, leerse un relato, me cuesta mucho que me llame para textos largos; no me atrae en exceso una trama procedimental, aunque puedo ver series procedimentales o tramas procedimentales si me enganchan otras cosas.
La novela juvenil, si es de fantástico y me resulta interesante, no hay problema. Lo que me cuesta más es meterme con textos que suenan a insulsos, que los empiezas a ver y parece que sólo hablan de trivialidades y drogas, como si un adolescente no pudiera tener un pensamiento de una cierta profundidad y transmitir sus preocupaciones sin que parezca un niño pequeño. Y de textos dirigidos al público juvenil me he topado con cosas así.
La literatura infantil me cuesta muchas veces porque estoy en un momento vital en el cual mis preocupaciones no están ni en ser padre (No lo soy ni sé si lo seré algún día) ni en las inquietudes fundamentales que un niño puede tener, salvo las más universales y con un tratamiento más lejano; con lo que, más allá de “El principito” (Que tiene cosas muy adultas), puedo leer algo corto en un momento dado (Creo que lo último que leí fue “Yo mataré monstruos por ti”), pero no me llama mucho esa literatura.
Y reconozco que no me he sumergido todavía en la temática LGTBi. Tengo la impresión de que cuando algo se enmarca alrededor de la vida amorosa y sexual de las personas homosexuales y el resto de temas quedan en un cuarto plano. Y, si bien me preocupa mucho la situación de las personas homosexuales en todo el mundo, soy un férreo defensor de sus derechos y les deseo toda la felicidad del mundo, no siento especial interés en la vida privada de los personajes. Pero ya te digo que no he leído nada de esa temática y, por tanto, lo que diga será un completo prejuicio.
Es una estupenda reflexión la que has expuesto y todos debemos quitarnos de prejuicios 😀
A mí el humor en la literatura me gusta en pequeñas dosis; un libro centrado en el humor, me cansa. Por supuesto. El humor sirve para contar cosas serias.