Es sencillo distinguir entre la masa de los lectores al lector ávido. Es aquel que lee, devora y además relee —no una vez, sino más de una— sus libros favoritos. Porque lo importante no es lo que pueda pasar, quién ha asesinado a la víctima, sino que el lector ávido (generalmente, lectora, seamos sinceros) desea recorrer una y otra vez los parajes de palabras familiares con la esperanza de descubrir en ellos nuevos tesoros.
Es el placer de releer.
Hace poco leí un libro llamado 83 segundos, de César G. Antón, al que entrevisté en el podcast, que es de viajes en el tiempo. En su trama, el protagonista desea revivir un momento concreto de su vida y lo consigue a cambio de 83 segundos de dolor.
Resulta imposible revivir lo pasado, pero no lo es volver a leerlo. La relectura nos permite descubrir además, al volver a estudiarlo, detalles, conexiones, significados… que pasamos por alto la primera vez.
Es lo que me ha pasado a mí con La historia interminable, de Michael Ende, libro que estoy segura de que volveré a visitar más pronto o más tarde y del que te he hablado en varias ocasiones: aquí, aquí y aquí.
El libro ha ido cambiando para mí en cada relectura, porque yo no soy la misma persona cada vez. Y mis experiencias y conocimientos cambian la lectura y la interpretación. Ya lo decía Edmund Wilson, «no hay dos personas que lean el mismo libro». Ni siquiera lees el mismo libro si lo lees dos veces.
También te puede pasar que tengas como yo una memoria «tipo Dory».
¿Por qué lo digo? Otros libros que he releído son los de Agatha Christie por la sencilla razón de que me lo paso estupendamente leyendo a la autora y mi memoria es incapaz de acordarse de quién era el asesino, con lo cual es como si me lo estuviera leyendo de nuevas.
Este verano me propuse hacer una maratón de relectura de Harry Potter, al mismo tiempo que veía de nuevo las películas. Yo empecé a leer Harry Potter cuando nadie lo conocía, en el primer libro. Tenía entonces 25 años menos que ahora y Salamandra (entonces Emecé) había editado una pequeña tirada de ejemplares que se podía ver en las mesas de novedades de las librerías, pero no te creas que en plan colas como fue después. Ná.
Ha sido curioso releerla y, al mismo tiempo, darme cuenta de las diferencias entre los libros y los guiones de las películas (como, por ejemplo, la ausencia total de Peeves en las películas, personaje que siempre me resultó insufrible).
Recuperar de alguna forma la emoción de volver a Hogwarts con 25 años más, como el que vuelve a casa, es una experiencia profundamente gratificante. Lo mismo que volver a los parajes de Orgullo y prejuicio, otra de mis relecturas habituales. O a la Francia de La pimpinela escarlata.
Hay relecturas que son refugio emocional.
En el confinamiento por la COVID en el año 2020, tuve un bloqueo lector, supongo que generado por el intenso ruido mediático. Para intentar eliminarlo, lo que hice fue releer libros en los que me lo había pasado bien, porque eso, la sensación que me dejaba, me ayudaba a lidiar con el estrés y la incertidumbre.
En esta sociedad obsesionada hasta la saciedad con lo nuevo, las novedades y lo efímero, la relectura me recordaba la importancia de volver a lo conocido, a lo familiar y a apreciar lo que ya tenemos. Todo un consuelo.
Releer en otros formatos
La era digital ha cambiado no solo la manera en la que el escritor se mueve por el mundo editorial, sino que también ha cambiado nuestra manera de leer. Te lo contaba en este artículo sobre Deseo de chocolate, de Care Santos, novela que escuché primero en audiolibro y luego releí en papel para poder detenerme en las frases.
No es la primera vez que lo hago.
Suelo comprarme en papel aquellos libros que me han gustado mucho en formato digital o en audiolibro. Por ejemplo, El peligro de estar cuerda, de Rosa Montero, cuyo audiolibro (narrado por la autora) es una maravilla, pero que quería conservar para releer fragmentos.
Lo he hecho también con muchos libros de poemas. Que se prestan especialmente a la relectura.
Así que creo que, entre los libros que lea cada mes, caerá una relectura.
Porque de la misma forma que doy una segunda vida a los que ya he leído y no volveré a leer en el rastrillo de libros usados, daré una segunda vuelta por mundos disfrutados y os contaré lo nuevo que he descubierto en parajes antiguos.